Elise
Aquella mañana hacía más calor que en los siete infiernos.
Elise no podía soportarlo ni un minuto más. Cogió el ascensor y subió a la
azotea, quitándose el fino vestido azul que llevaba por el camino. Cuando se
abrieron las puertas estaba completamente desnuda, y poco le importaba que
hubiese un par de criados por allí. Había nacido para que el mundo la mirase, y
ella se deleitaba con ello. Después de sonreír pícaramente a un chico que se
había distraído de barrer el suelo, se zambulló de cabeza en la piscina.
El agua fría le sentó de miedo. Después de bucear hasta el
otro lado, salió y pidió al mismo chico que se la había quedado mirando
momentos antes que le trajese una copa de vino. No se molestó en coger una
toalla. Se acercó a la baranda de cristal que cercaba la azotea y se quedó
mirando la ciudad desde allí.
-Siempre es un placer, tía –dijo una voz a sus espaldas.
-¡Querido sobrino! –Sonrió Elise, dándose la vuelta-. Que no
te oiga tu padre llamarme así.
-Le guste o no, eres mi tía –su sobrino enano Tyrion se
sentó en una de las tumbonas con una copa de vino en la mano, dejando que sus
cortas piernas colgasen sin tocar el suelo-. ¿No deberías ponerte algo encima?
-¿Es que ahora te asustan los pechos? Quién lo iba a decir
–respondió, divertida, aunque hizo un gesto con la cabeza a otro de los criados
para que le trajese el vestido que había dejado en el ascensor-. ¿Y mi vino?
–inquirió, alzando un poco más la voz.
El chico que había ido a buscarle una copa de vino regresó
atropelladamente. Esta vez trataba de mantener la vista en el suelo mientras
estaba cerca de Elise, pero el rubor de sus mejillas delataba su incomodidad.
La chica cogió la copa y, después de pensarlo un poco, dirigiéndole unas
cuantas miradas traviesas, le mandó retirarse. Enseguida llegó el otro,
llevándole el vestido.
-Dime, queridísima tía, ¿qué disfrute ves en atormentar a
los pobres sirvientes? –preguntó el enano después de dar un trago a su vino,
viendo cómo Elise volvía a ponerse el vestido.
-No me llames tía –hizo un mohín con la nariz, como hacía
cada vez que algo la molestaba-. Me envejeces más de lo que toca.
-Tienes la edad de mis hermanos, te llevas menos años
conmigo que con mi padre, él es el viejo.
Elise le guiñó un ojo y dio un trago a su copa de vino.
Aquello la refrescó tanto como el chapuzón en la piscina. La afición al tinto
le venía de familia, no había ni un solo Lannister que no bebiese al menos una
jarra al día. Solo que ella no era una Lannister del todo.